Sé bienvenido, viajero, pues tus pasos te han llevado a Valsorth, tierra de maravilla y misterio, lugar donde la aventura aguarda detrás de cada colina de perfil amenazador, en lo profundo de un bosque tenebroso o en el interior de un templo erigido a un dios de nombre olvidado. Si eres valeroso, recompensas que jamás hubieses soñado serán tuyas, pero si tu coraje desfallece, tus huesos reposarán en una tumba sin nombre.

14 julio, 2010

03b El Baile de los Muertos

Bueno, pues terminamos la segunda parte de la aventura del Pufete, y cortesía suya, aquí está el rolato de la partida:

...

El viento aullaba como un ser vivo en el exterior de la fortaleza de los Vancasell. No había muchas opciones, o bien pasaban la noche a la intemperie, a merced de la tormenta de hielo o se enfrentaban a los secretos que parecían esconderse dentro de aquellos muros. Nuestros héroes habían recibido la invitación de cenar con el señor de la casa y su hijo Barrunt una vez se hubieran acomodado, a petición del padre Pertyval, en la sala de guardia, ya que aquella insinuación de que en el torreón había “problemas” les hizo temer que pasar una noche en su interior los convirtiera en parte de la leyenda negra del lugar.

Ruahd se afano junto con el cocinero en preparar la cena, que no solo estaba exquisita, si no también exenta de venenos. Podéis imaginaros que los nervios estaban a flor de piel cuando todos se sentaron a la mesa, con Acastos sentado a la cabecera y Barrunt justo enfrente.
Despues de las formalidades, los personajes entraron en materia. La cena fue larga, pausada, y llena de información cruzada, Barrunt trató de sacar información de los compañeros, y estos a su vez del noble. La soledad de la fortaleza, su escasez de recursos y personal, y sobre todo los oscuros rumores sobre el lugar dejaban ver que Barrunt tenía algo más que problemas con las ratas en su casa, y así se lo expusieron. La tensión de la cena fue demasiado para el pobre y enloquecido Acastos, Fergus tuvo que subirlo a su habitación para que descansara y dejara terminar de cenar tranquilos a los invitados.

Sin ningún argumento para rebatirlo, el ultimo heredero de los Vancasell se sincero con los héroes: -“Espero sepáis disculparme, mi situación es desesperada, no quería ningún mal para vosotros, pero esperaba que solucionasen mi problema, tenía miedo de que os negaseis si os lo exponía. El mismo día que llegamos de la abadía los criados nos informaron que en nuestra ausencia habían descubierto una puerta oculta por un muro; llenos de emoción bajamos por esas escaleras infernales hasta la más completa oscuridad. Encontramos la cripta y el viejo féretro de mi antepasado Lord Venris de Vancasell, lo abrimos y juro ante Korth que aquel amasijo de huesos estaba vivo... Acastos... mi... mi padre perdió la cabeza, huimos de la cripta y yo mande que la volvieran a tapiar. La noche siguiente, los muertos surgieron de la cripta, aunque habíamos tapiado su única entrada, llegaron al torreón, no tiene explicación. Solo unos pocos conseguimos escapar”- Barrunt mentía bien, pero aun así consiguieron sacarle más información: Que los muertos podían destruirse, pero que cada noche volvían. Barrunt consiguió encerrarlos en el torreón, donde no se atrevió a volver.

Los conocimientos mágicos de Azariel, así como los estudios de Pertyval se hicieron patentes cuando recordaron a los comensales, que hay ciertos “hechizos” que permiten a los magos poderosos guardar sus almas en joyas, llamadas filacterias. Aquello parecía ser el caso, le preguntaron a Barrunt donde estaba el medallón. Pero al parecer no lo tenia consigo, debió quedar atrás, en la torre donde su padre y el se habían instalado. Olvidado cuando huyeron de los muertos. Azariel, que había utilizado su magia para sondear a los nobles, temió que lo que dijera fuese verdad, aunque noto en ambos la presencia de la hechicería, no había señales de que portaran un objeto de tanto poder.

Los héroes le prometieron encargarse del problema, por un módico precio claro, aunque Pertyval era un hombre de dios, no hay que olvidar que la Compañía Oscura era ante todo un grupo de mercenarios. Barrunt accedió, incluso prometió ayudarles por la mañana. Aunque la bárbara, menos acostumbrada a la palabrería y más a ver en el corazón de los hombres, pudo ver como su anfitrión esquivaba la mirada cuando se lo decía. Con el día sería más fácil enfrentarse a los no-muertos, y así el grupo descansaría, ya que además de estar agotados, tanto a Azariel como a Pertyval les quedaba poca magia.

Dispuestos a pasar la noche, se aprestaron a dormir en los jergones de la sala de guardia, no sin antes preparar guardias. No había pasado ni un par de horas cuando Ruadh que era quien vigilaba comenzó a escuchar un sonido inquietante: Una música extraña, completamente ajena al mundo de los vivos, una melodía inquietante y horrible que encogía en corazón y se alzaba por encima del aullido del viento, por un momento sintió el arranque de seguirla, de ver de donde procedía, en parte fascinada, en parte horrorizada. Pero pudo apartar de su mente la idea y se puso en guardia. El resto del grupo se despertó sobresaltado. Todos, menos Morkainen que quizá había bebido algo más que el resto. Rápidamente se pusieron alerta, aprestaron sus armas y observaron por las aspilleras la oscuridad del patio. De pronto, el sonido de unos pasos chapoteando en el barro, acompañado del tintineo del acero contra el acero les saco de dudas, estaban en peligro. La aguda vista del elfo oscuro lo confirmo. Una figura de aspecto siniestro se acercaba renqueante hacia la entrada de la sala de guardia, pero no era la única, detrás venían muchas, un nutrido grupo que avanzaba en completo silencio. Nuestros héroes se prepararon para defender las puertas de entrada, que curiosamente se encontraban abiertas de par en par. Pertyval suplico ayuda divina para Morkainen y para sí mismo.

Sin que pudieran remediarlo, una turba de enfurecidos esqueletos, algunos ataviados con mascaras de baile de disfraces, otros con ropas podridas de criados o incluso guardias, se abalanzó por el hueco como un rio de huesos y restos polvorientos de ropajes del siglo anterior.

Entre Krom y Ruahd, los mas fornidos del grupo, consiguieron llegar hasta las puertas, repartiendo descanso eterno entre los muertos, al final, entre reniegos y voto a tal, consiguieron cerrar las dos grandes hojas de madera y entre el resto consiguieron trabarlas para formar con todo aquello que encontraron, una barricada improvisada. Pertyval lanzó auxilio divino para Vezlot también.

Vezlot aprovecho el tumulto para subir a la planta superior de la sala de guardia, allí donde los señores del castillo habían tenido que improvisar sus habitaciones cuando huyeron del torreón. La que parecía la habitación de Barrunt, estaba abierta y no había ni rastro de su habitante. Sólo algunos libros y monedas que Vezlot tuvo la gentileza de “salvaguardar” en sus múltiples bolsillos. El elfo oscuro, rápido y sigiloso recorrió las habitaciones, cogió, también, dos libros, y vio un cuadro de un antiguo Vancasell, muy parecido a Barrunt (en ese momento cayó en que Acastos y Barrunt no se parecían en nada). En la habitación contigua encontraron a Lord Acastos, el cual parecía fuera de si debido al tumulto. Fergus y Sam “el gordo” tuvieron que emplearse a fondo para moverlo. Todos salieron a la muralla por una portezuela, todos menos Ar Hachainquieta que tras un rato volvió cargada con varias ánforas, aunque a simple vista podría parecer que la bárbara volvía a la costumbre de “acarrear” con toda la comida que encontrara en su camino, en realidad se trataba de aceite, el cual derramo con maestría y fría determinación sobre la horda de muertos que comenzaba a escalar las paredes de la caballeriza y la cocina, pegadas a la muralla. La chispa de su yesquero basto para que los tejados de ramas y los viejos huesos ardieran como si se tratara de paja seca, lo que dio la oportunidad al grupo de huir recorriendo la muralla hasta colocarse justo debajo del puente levadizo que unía las dos torres. Para su desgracia, aunque a la llegada a la fortaleza lo vieron bajado, ahora estaba subido.

De nuevo fueron Krom y Ruadh quienes se encargaron de poner la fuerza bruta. Los dos treparon hasta la base del puente y aupándose en los hombros del gigante, la bárbara se subió al borde de madera del puente.

Entretanto, el resto del grupo, tras dejar a buen recaudo en una de las torres de la muralla a Acastos, Fergus y Sam, descendió de la muralla para alcanzar la puerta principal del torreón, la cual también estaba abierta de par en par. Nada bueno auguraba todo el asunto.

Las sospechas del grupo se confirmaron cuando la aguda vista del elfo oscuro traspaso la oscuridad reinante en el interior del gran salón. Allí había un trono con pocos ornamentos, encima de un estrado, a sus pies, una figura contrahecha rasgaba las cuerdas de un arpa y parecía concentrada en el gigantesco esqueleto vestido con armadura completa que se encontraba sentado en el trono. Vezlot, que había visto el cuadro del antiguo señor del castillo en la habitación de Barrunt, lo reconoció por su yelmo. Se trataba de Venris de Vancasell, o por lo menos en lo que se había convertido tras haber alargado su vida por medio de la hechicería.
El esqueleto levanto la cabeza y Azariel no perdió el tiempo, lanzándole una ráfaga de proyectiles mágicos que hizo gritar a la criatura con un chillido similar al ruido que produce un cuchillo sobre un plato de cristal. El monstruoso esqueleto avanzo hacia los héroes portando un enorme espadón. Ante la visión y el aura de absoluta maldad Vezlot prefirió buscar algo con que eliminar a la criatura, antes de tener que cruzar su cimitarra con el. Lo que dejo a Morkainen, Pertyval y Azariel cara a cara con la muerte. Morkainen aguanto la embestida, pero el guerrero esqueleto se movía constantemente y no pudo evitar que atacara al padre Pertyval. Azariel pudo escabullirse y desde el exterior del torreón lanzaba sus proyectiles sobre el cadáver a través de la puerta, mientras llamaba a voces al gigante y la bárbara. El Padre Pertyval no tenía más remedio que aprovechar los momentos en los que el esqueleto de Lord Venris bajaba la guardia mientras se enfrentaba a Morkainen, lanzándole cuchilladas que hacían saltar las astillas de su gran escudo, para tocando al Señor de los Muertos, invocar a Korth e infligir un suplicio dañino para el no-muerto.

Krom bajo lo más rápido que pudo hasta el patio y acto seguido se introdujo en el torreón como una furia, golpeando al esqueleto con su hacha, aunque con poco éxito. Parecía que la criatura era prácticamente inmune al filo del acero.
Ruadh decidió bajar el puente al estilo bárbaro, de dos buenos golpes de hacha rompió los enganches de la cadena con la madera y el puente cayo con estrepito. Un salto en el momento justo evito que Hachainquieta quedara aplastada por el peso del puente de madera y quedo plantada de pie ante la puerta que conducía al segundo piso del torreón.

En la planta de abajo la batalla no marchaba muy bien para el resto del grupo. Krom recibió un par de cuchilladas y cuando parecía que todo estaba perdido, el anciano sacerdote elevo una plegaria a Korth y tocando a la criatura en el pecho consiguió destruirla por completo, aunque no todo el merito le correspondía, la magia de Azariel había debilitado al caballero maldito lo suficiente para que la plegaria de Pertyval lo convirtiera en polvo.
Ruadh, que había roto la puerta, termino el trabajo saltando desde la planta de arriba sobre el juglar esquelético, el resultado os lo podéis imaginar.

Algo más tranquilos, pues al parecer habían terminado con la amenaza de los esqueletos se dedicaron a buscar el medallón que la pareja de nobles habían ido a buscar a la abadía. Los héroes pensaban que la maldición terminaría cuando destruyeran el medallón. En esas estaban cuando Vezlot encontró una puerta secreta en una de las habitaciones (protegida eso sí, por la trampa de un enorme cepo, que el clérigo si vio y aviso al negro elfo); conducía a unas escaleras que se internaban en la oscuridad. Después de descender durante un rato se encontraron en un pasillo, uno de sus extremos terminaba en una sala con unas escaleras que subían hasta una trampilla en el techo, una puerta secreta debajo del trono del gran salón. El otro extremo había una puerta de piedra en el muro. Conducía a una hedionda cisterna: Una gran sala cuadrada llena de columnas donde se almacenaba el agua que se filtraba del lago. Un pasillo de piedra conducía a una entrada adornada con filigranas. Más allá parecía encontrarse la cripta de los Vancasell.

Avanzaron con cautela entre nichos llenos de huesos y tumbas de piedra, al fondo de la alargada estancia había una escalinata, encima de ella se encontraba un sepulcro enorme, cuya tapa, en la que había esculpida la efigie de un hombre tumbado boca arriba sujetando una enorme espada por la empuñadura, se encontraba tirada a un lado. Detrás del féretro, en la pared del fondo, la estatua gigantesca de una figura encapuchada con las manos juntas como si rezara, parecía vigilarlos. Azariel detecto magia detrás de la estatua. El grupo pasó al lado del sepulcro; estaba vacío, pero a todas luces debía de pertenecer a Lord Venris. Krom se empleo a fondo para mover la estatua, pero fueron los finos dedos de la elfa los que encontraron una palanca secreta que hizo que esta se apartara a un lado con facilidad, revelando una pequeña habitación que sin lugar a dudas se trataba de la cámara del tesoro de los antepasados de los Vancasell.
Allí encontraron cosas bastante interesantes: Una armadura que le sentaba estupendamente a Morkainen y unos cuantos rollos de pergamino, uno de ellos fue reconocido inmediatamente por el pater. Se trataba de una antigua formula élfica para encontrar objetos perdidos. Sin dudarlo pensó en el medallón tal y como se lo había descrito el abad y recito el conjuro. Indudablemente se encontraba en la otra torre y allí encaminaron sus pasos. Mientras Vezlot aprovecho para leer trozos de los libros que había conseguido en las habitaciones, se encontró con un interesante párrafo:

“Dejad que os cuente la historia de Lord Venris Escudopoderoso.
Respetable señor de noble cuna y bien amado por Korth.
Su hogar, la fortaleza de Sorgaard, había servido como refugio a la gente en tiempos de trastornos desde su construcción por su abuelo. Aunque Venris había ascendido rápidamente por los rangos de la orden de Korth hasta convertirse en caballero ungido, lord Venris se sentía a la vez descontento y amargado.
Falto tanto de las fuerzas físicas como de las altas conexiones necesarias para avanzar en su carrera, Venris intento ascender todo lo que pudo dentro de los rangos que tenía abiertos ante sí. Una vez más hallo su avance bloqueado. Se sintió desilusionado con la orden, luego desdeñoso hacia ella.
Cuando descubrió que había perdido el favor de dios, la furia lo domino. Apartándose del camino del bien, busco un hechicero de oscura reputación y llego a un trato con él para que le proporcionara pociones y elixires que incrementaran su fuerza y conservaran su juventud. Luego, conseguidos la mitad de sus deseos, dirigió sus pensamientos a eliminar a aquellos que estaban por encima de él y se cruzaban en su camino. Escrutando antiguos tomos de arcana y prohibida erudición, él y el hechicero descubrieron un conjuro que prometía la inmortalidad a través de la traición y el sacrificio ritual de una persona de extrema bondad y vitalidad. El gran maestre de la orden era esa persona y precisamente ocupaba el puesto que pasaría a manos de Venris si su rival muriera.
Ocultando sus intenciones, y confiando en la debilidad del gran maestre hacia la música, Venris invito al mismo tiempo a ese hombre bueno y a un famoso juglar, Kelton Forjacanciones, a la fortaleza de Sorgaard para una velada. Invitar también a la gente de la zona sirvió para cubrir perfectamente sus malvados planes. Durante una de las danzas, Venris arranco de los bailarines la promesa de aguardar su regreso antes de pasar al comedor. Luego atrajo al gran maestre a la habitación del sacrificio, lo drogo con un falso brindis y lo mato. Luego se sirvió vino envenenado a los invitados a la fiesta incluido el juglar,
los sirvientes de Venris y sus hombres de armas.
Todo ello para impedir que informaran de nada de lo ocurrido, solo quedaron vivos Venris y el hechicero. Juntos completaron los ritos para llevar a cabo el sortilegio;
Venris solo tenía que tomar la pócima que lo volvería inmortal. Se tendió a dormir, creyendo que despertaría invencible.
Cuando volvió a abrir los ojos descubrió que había conseguido realmente una forma de inmortalidad, porque ahora era una criatura muerta.
El hechicero intento huir, pero Venris lo capturo y lo encerró en una catacumba condenándolo a buscar una forma de devolverle su estado anterior. Fue entonces cuando el hechicero escribió esta oscura historia que tienes entre tus manos.”
...

Después, cruzaron el puente levadizo hasta la inmensa mole de lo que antaño debía haber sido una construcción impresionante. La torre parecía tener un piso mas arriba y la sensación que el padre recibía venia de allí; buscaron unas escaleras entre salas cubiertas de polvo y arruinadas por el paso de los años y comenzaron a subir con paso inseguro. Allí arriba se encontraba la respuesta al enigma, el colgante de Lord Venris.

Quizá fue el cansancio de una noche terrible, o quizá se relajaron al acabar con los muertos, el caso es que no se percataron de que algo iba mal hasta el ultimo momento, cuando al llegar al descansillo de la primera planta vieron unas huellas de barro en los escalones y lo que era peor, las huellas de alguien plantado delante del hueco de la escalera, alguien a quien no podían ver.

De pronto el aire se cargo de energía, Barrunt apareció delante de ellos con la cara desencajada. Solo les dio tiempo a saltar y protegerse a medias de la terrible explosión eléctrica que sacudió las paredes de la sala. Krom no tuvo tanta suerte y recibió prácticamente toda la energía proveniente del conjuro, el resto del grupo, según se repuso se lanzó a por el heredero de los Vancasell, pero milagrosamente este consiguió huir por una de las puertas casi indemne dejando bloqueada esta tras de si con un muro de hielo mágico que se formo en un instante ante sus ojos.
Sin pensarlo dos veces Ruadh cargo sobre la lisa superficie atravesándolo en el proceso, pero al hacerlo, el frio del conjuro estuvo a punto de congelarla. Morkainen no se dio cuenta de ello y cruzo lo más rápido que pudo detrás de la bárbara, cuando el aire se congelo en sus pulmones y la piel se le cubrió de una capa de escarcha, tuvo que detenerse un momento a recobrar el aliento entre toses y reniegos.

Entretanto el hechicero volvía a huir, pero Vezlot se armo de valor y se lanzo a través del frio, apretando los dientes hasta llegar a la espalda de Barrunt. De nuevo parecía que la desgracia caería sobre el elfo, cuando el golpe de su espada reboto contra un aura mágica que protegía a su enemigo, el cual se volvió, cargando sus manos con energía letal. De pronto, Barrunt se arqueo en una posición extraña, de su cabeza surgió una luz. Azariel había pasado por otra puerta y había aparecido detrás del hechicero. Sus proyectiles mágicos acabaron el trabajo.
Ya mas tranquilos, se preocuparon por la salud de Krom (al cual curó Ar, ya que el clérigo estaba totalmente agotado mágica y físicamente) y se dedicaron a buscar el famoso colgante de Lord Venris, oculto en el doble fondo de un baúl posiblemente propiedad de Acastos, Pertyval pensaba guardarlo, pero ante la insistencia de la elfa dejo que Ruadh comprobara si de verdad era la fuente de la maldición. Haciendo honor a su mote, Hachainquieta golpeo el colgante rompiéndolo en mil pedazos. Un crujido espantoso recorrió la fortaleza, seguido del sonido de la piedra al caer; el torreón central se hundió dejando una montaña de escombros. Al parecer podían respirar tranquilos, habían acabado con la maldición de los Vancasell... ¿O no? Aun quedaban algunos misterios que resolver: Uno de los libros encontrados en el cuarto de Barrunt revelaba que su verdadero padre se llamaba Edgard de Vancasell. ¿Quién era pues Acastos?, ¿Era verdad la historia de Barrunt sobre el origen de su locura? Y lo más importante, ¿Dónde está el olvidado cuerpo de Barrunt?

Un noble saludo.-

12 julio, 2010

La Fortaleza de Rocaverde


Bueno, pues segundo lugar inventado que he introducido en mis partidas de Valsorth (el primero es Amon-Vâl más abajo). Está inspirado en la Roca del Adiós, de la saga Añoranzas y Pesares y tengo una clara idea de cómo va a salir en la campaña... pero no lo pongo que lo leen los PJs :P

Rocaverde es una pequeña isla en el Mar Cerrado, justo enfrente de la costa en el vértice suroriental, no muy lejos de Eradun. Es bastante pequeña de dimensiones, no llega al kilometro cuadrado, pero su altura es impresionante, más de 800 metros casi verticales de dura roca gris salpicada por el verde de muchos árboles y arbustos (de ahí su nombre). En la base de Rocaverde, en su lado norte, en el lado contrario de la parte más próxima a la costa hay un pequeño embarcadero con capacidad para unas cuantas barcas pequeñas o dos barcos de tamaño mediano. Desde este embarcadero, dando vueltas y más vueltas, haciendo multitud de recovecos, asciende un duro camino que lleva hasta la fortaleza de Lyrhost que corona la gran roca.

- Historia de Rocaverde:
En las exploraciones élficas, los elfos de Shalanest encuentran esta isla y construyen arriba del todo una delgada torre rodeada de bosque (aproximadamente en el 600 ARD), la llaman Lyr y desde ella observan la notable evolución de los hombres. Con el desmedido crecimiento de los humanos, los elfos abandonan Lyr. En el año 102 los Caballeros de Stumlad encuentran la vieja construcción élfica y deciden ampliarla, construyen edificios y amurallando el complejo con una muralla triple (Bastión Exterior, Intermedio e Interior), y paso a llamarse Lyrhost. La usan como puesto de vigilancia y base. Algo aconteció en el año 215, pues Lyrhost fue abandonada por Stumlad, lo que fuera no trascendió, pero dejó impregnada Rocaverde de una tristeza y melancolía perpetua. Tras el concilio de Ereshar el Rey Eodar decide volver a ocuparla, y en señal a sus primitivos ocupantes levanta un pequeño altar a Rael. Actualmente la ocupan unos 30 soldados, 20 personas de servicio y 2 clérigos encargados de la capilla de Korth.

Rocaverde es sinónimo de paz, tratados, amistad humana-elfa, esperanza, pero también de misterio, dolor, perdida y añoranza.
Se dice que probablemente Lyrhost sea la fortaleza más inexpugnable de Stumlad, pero no debido a la fortaleza en sí, sino debido a su situación en la cima de la altísima isla.

Mmmm, perdón por el cutre-montaje, pero es que el dibujo original era en un lago, con montañas de fondo y no cuadraba...

Un noble saludo.-




06 julio, 2010

03 Emboscada en el Acantilado


Buenas, paso a resumir la primera sesión de la aventura hecha por el Pufete. Claro está que desde mi punto de vista de PJ, así que algo se me puede pasar, y me puedo equivocar en alguna cosa. En fin, a ver si la seguimos :D

Dos meses antes: El padre Pertyval estaba en la abadía de San Kahyne, al norte de Teshaner. Pasaba el invierno en ésta abadía, desde hace dos años, pasando el verano y primavera en las Terasdur, entre los bárbaros, intentando cumplir su juramento de evangelizar las salvajes colinas. En San Kahyne había sido recibido por el viejo abad Jorem, un hombre igual de afable y pio, que anciano. Paseando por claustro con el afable abad, este, pareció querer confesar algo a Pertyval, parecía pesaroso y desasosegado. Comenzó a hablar: Hace unos meses un anciano erudito y su hijo llegaron hasta ellos reclamando un viejo medallón, que según el erudito y los papeles que portaba, perteneció a sus antepasados. Se trataba de Lord Acastos de Vancasell y de su hijo Barrunt. El abad, desconocedor de la historia del medallón y al ser una joya de poca importancia se lo devolvió a su legitimo dueño (por un módico precio claro). Tiempo después los rumores de que una extraña maldición había caído en las Terasdur, en la torre de un sabio procedente de Stumland, hizo que el abad investigara un poco sobre aquella extraña pareja y el medallón, descubriendo que había una torre en las montañas que había pertenecido a los Vancasell hace años.
Descubrió que la joya antes de ser entregada a la iglesia de Korth, perteneció a Sir Nevar Espada Ardiente, quien según la leyenda se la arrebato a un caballero de Stumlad caído en desgracia, llamado Lord Venris de Vancasell.
El abad creyendo que había sido el culpable de un terrible crimen mando a investigar al Padre Pertyval, para “expiar” sus pecados, éste partió de nuevo hacia las Terasdur, para adentrarse más al norte que nunca. Para pasar desapercibido fue sólo, con una mula y mucho equipo, y con una localización más o menos clara de donde estaba esa antigua fortaleza.

...

La Oscura Compaña acababa de partir de las cavernas del Clan de la Roca Solitaria, les acompañaba el pastor Orf, hijo de Ruum, que les había prometido guiarles hasta el comienzo del Valle de Elantria, y también el guerrero Krom. Este último barruntaba en su interior el partir definitivamente con los compañeros. La vida con el clan era reconfortante, dura, sosegada, pero ansiaba aventuras y para empezar la visita al, supuestamente, maldito valle de Elantria no pintaba nada mal. Tras un duro día de marcha, acamparon al píe de una montaña, las colinas cada vez daban paso a montañas más altas y más frías. Hicieron fuego y se prepararon para la dura noche. Escucharon algo, alguien se acercaba, Krom, con una habilidad que contradecía su tamaño se oculto tras unas rocas y árboles. El extraño, un viejo monje con una mula (Simona, según se enteraron después, pues le hablaba con frecuencia), se adentro en el campamento, -“Buenas noches, que Korth sea con vosotros. Soy un viajero perdido tan al norte, ¿puedo compartir campamento con… (el clérigo paseo la mirada por tan heterogéneo grupo) vosotros?”-. Aunque algunos de los compañeros no se fiaban del hablador clérigo, este se ganó a la mayoría con su verborrea. Les comento que no deberían tener el fuego encendido, ya que últimamente corrían rumores de que muchos clanes de bárbaros estaban en píe de guerra, había habido muchas escaramuzas y rumores de oscuridad, y más tan al norte como estaban. Estaban tan al norte de las Terasdur como era posible, más al norte ya comenzaban las Durestes. Así pues camuflaron el fuego e hicieron guardias para dormir.

A la mañana siguiente, mientras se aliviaba tras un árbol, Ar vio una sombra escondida en unos matorrales, ella, Vezlot y Azariel, comenzaron a perseguir al intruso, tras el aviso de Ar. Pero aparte de tener mucha ventaja, parecía veloz. Llegó un momento en que deberían seguir el rastro. Así que Krom estudio las huellas, humanas, de un bárbaro, probablemente un explorador. Decidieron seguir su camino, eso sí, atentos a cualquier señal.

Avanzaron toda la mañana, hablando, charlando, intercambiando impresiones. Dejaron atrás las altas colinas, y comenzaron a subir por riscos montañosos. Cada vez hacía más frío. Orf, hijo de Ruum, habría camino y comento que no quedaban más que un par de días para llegar a Elantria.

Tras comer, comenzaron a rodear un alto risco, caminaban por un estrecho camino en el que sólo podían avanzar de uno en uno. A su izquierda un acantilado de cientos de metros, a su derecha el pico ascendía casi vertical unos 30 metros. Orf iba el primero, seguido de Vezlot, Morkainen, Pertyval y su mula Simona, Azariel, Ar Hachaiquieta, y por último, Krom. Avanzaban despacio, pegados al muro y con sumo cuidado. Cuando de repente la montaña tronó. Parecía que el cielo se les venía encima, un trozo enorme de roca, y mucha nieve, por encima de sus cabezas se les vino encima. El desprendimiento cogió sobre todo a Orf, Vezlot, Morkainen y Pertyval. Vezlot y los humanos se apartaron a tiempo, sólo recibieron cascotazos y golpes menores, pero el derrumbe se llevó por delante a Orf. En ese momento, por encima de sus cabezas, asomaron bárbaros salvajes y comenzaron a arrojarles jabalinas y piedras. Krom enfurecido por el fallecimiento de su viejo amigo comenzó a trepar rápidamente hacia lo alto del risco. Vezlot siguió por el estrecho camino, con su nueva cimitarra desenvainada, subió a un saliente en medio del camino, cargando hacia abajo venían varios bárbaros, el primero de ellos más grande, con dos hachas y en un estado de concentración para la batalla especial, se movía como en una danza sincronizada y terrible. Los aceros comenzaron a chocar. Morkainen iba a seguir al elfo oscuro, pero el clérigo le retuvo un segundo, con una pequeña oración reclamo el auxilio divino de Korth para el sargento. Este, entre extrañado e inspirado, cargó para acompañar a Vezlot. Mientras Azariel lanzó un conjuro apuntando a sus agresores de arriba, varios de ellos cayeron en el sopor mágico, uno de ellos, debido a esto, cayó por el acantilado, y Ar arriesgando su propia vida trató de cogerle, lo consiguió, pero el peso del salvaje la arrastro hacia abajo, quedo colgando de una mano, sosteniendo con la otra al bárbaro.

Krom siguió trepando impulsado por sus fuertes brazos y el recuerdo de su amigo muerto, las rocas y jabalinas rebotaban contra su dura piel y su armadura. Morkainen y Vezlot se las veían y deseaban para lidiar con Branam, puesto que así le llamaban sus compañeros, al alto bárbaro. Era rápido como un gato y contraatacaba todo lo que los compañeros fallaban. Aun así Vezlot con una rápida finta casi le atravesó, pero el bárbaro giró en el último segundo recibiendo sólo un tajo menor. Por su parte el bárbaro, por lo menos, cortó con sus hachas tres o cuatro veces al elfo oscuro, pero el Padre Pertyval se había acercado agachado y escondido al otro lado de la elevación tocó la pierna de Vezlot y rogando a Korth curó un poco sus heridas.

Ar empeñada en no desperdiciar así como así la vida de “compatriotas” suyos, intentó salvar la vida al salvaje, pero finalmente teniendo que elegir entre ella misma o él, soltó al bárbaro. Mientras, Azariel esquivaba jabalinas (una se clavo en la pierna del clérigo Pertyval), dormía o lanzaba proyectiles de magia a los bárbaros que emboscaban arriba. Finalmente Ar ya otra vez la estrecha repisa, comenzó a trepar también hacia arriba. Krom una vez arriba comenzó a repartir caos y muerte y en pocos segundos se vio rodeado de cadáveres. Los salvajes restantes huyeron ante la furia del gigante.

En el camino, finalmente, y aunque Branam recibía apoyo de dos salvajes, Vezlot y Morkainen consiguieron dejar muy mal herido al líder de los salvajes. Sus seguidores le cogieron y trataron de llevársele y salvarle (a la par que se salvaban ellos).

Mientras Pertyval volvía a curar a Vezlot soltándole una perorata acerca de las virtudes de Korth, Morkainen sacó su arco y apunto a los bárbaros en su huida. Su flecha se clavó entre los omóplatos de Branam y cayó mortalmente herido al suelo, sus seguidores no pararon y siguieron corriendo. Tras una breve discusión entre Krom y Ar, pues este quería matar a los que habían matado a su amigo, la cosa quedó en que los compañeros tenían tres prisioneros, uno de ellos Branam, al que Ar había curado en nombre del dios Orn. Con la mediación de Pertyval todo quedó en un encontronazo, y siendo noble de corazón, Krom sólo le dijo a Branam que no le perdiera de vista. Interrogaron luego al bárbaro, parece ser que la emboscada se debía al estado de guerra que se vivía en la zona. Les había confundido con miembros del Clan Hueso Roto (clan rival), o con una partida de gigantes azules (a los que Branam odiaba), en cualquier caso el grupo le dejó bien claro que no era ninguna de las dos cosas. Pertyval le preguntó sobre un castillo en la zona, y Branam palideció, les contó del viejo y maldito castillo y de cómo todos los que se acercaban desaparecían. El Clérigo insistió en que si un mal de esa magnitud estaba afincado tan cerca del clan de Krom y en las tierras que Ar consideraba su hogar, no podrían jamás descansar tranquilos. Que él pretendía investigar y acabar con el mal que habitaba, fuera éste el que fuera. Krom, Ar y Azariel aceptaron ayudarlo, y Vezlot y Morkainen aun más reticentes, también aceptaron pensando en posibles tesoros.

Así el grupo partió con los prisioneros atados, en dirección al castillo. Tras un breve refrigerio y una oración por el recuerdo de Orf, las temperaturas comenzaron a bajar tremendamente mientras el sol se ocultaba. Krom les dijo que ellos no superarían la noche si no encontraban un refugio. Encontraron uno, pero no era lo suficientemente bueno, el frío era ya extremo y los compañeros (a excepción de Krom) comenzaban a helarse. Krom, se adelanto con un cada vez más nervioso Branam. Le prometió soltarle y devolverle sus hachas, si le decía todo lo que sabía del castillo. Branam fue sincero, sabía más bien poco, y todo tamizado por la superstición de los bárbaros. Así finalmente los compañeros dejaron ir a Branam y sus dos compañeros.

Ya habían decidido que no podían pasar la noche allí, así que cómo el castillo estaba sólo a una hora decidieron pasar la noche tras sus muros, fuese como fuese.
Avanzaron y a lo lejos casi en el pico de la montaña la sombra de las enormes murallas les acechaba tétrica y pesarosa.




Tras atravesar una lengua de tierra y un pequeño puente llegaron a las puertas reforzadas. Vezlot intentó abrirlas pero no pudo, así que Ar y Krom fueron menos sutiles y comenzaron a golpearlas con sus hachas. Pronto escucharon pasos, una voz cascada les preguntó: -“¿Quién llama a la puerta de mi señor?”-, los compañeros mintieron que eran viajeros extraviados que no querían morir congelados a la intemperie en la noche. Tras unos segundos el mayordomo les abrió, su señor les daba cobijo.

Recorrieron barbacana y pasillos de la muralla exterior, hasta llegar a un enfangado patio. Tablones salvaban el camino, y en medio del patio había un enorme torreón elevado sobre una pequeña colina. Aun así pasaron junto a las cuadras, armería y cocina hasta llegar a una sala de guardia en la muralla exterior. Allí como improvisado, había un pequeño comedor. En un alto sillón medio adormilado había un viejo ajado. –“Este es Lord Acastos de Vancasell, mi señor”- dijo Fergus (pues así se había presentado el mayordomo). En ese momento bajó las escaleras un joven con aspecto de noble y gesto desdeñoso, -“Será mejor no molestar a mi padre, yo los atenderé, Fergus. Soy Barrunt de Vancasell, bienvenidos a nuestro castillo”-. Barrunt les invito a un refrigerio y comenzaron a charlar. Pertyval le preguntó porque estaban asentados en la fortaleza exterior y no en el torreón principal. –“Problemas menores”-, contestó Barrunt. Extrañamente el noble parecía muy complacido con la visita. Les contó que los bárbaros, últimamente, estaban en pie de guerra y muy “pesados”, que en el castillos sólo quedaban él y su padre, y de servicio su mayordomo y el cocinero Sam “el gordo”. Los soldados habían caído en incursiones de salvajes, pero aun así, allí seguían. Obviamente Barrunt mentía como un bellaco, lo que quedo más claro cuando mandó a Fergus que preparara las habitaciones en el torreón principal. –“¿Y aquellos problemas?”-, preguntó extrañado el clérigo. –“No son más que ratas, y sentiría agraviado mi honor si no aceptarais mi hospitalidad”-.

Tras un tira y afloja, donde los compañeros argumentaban que no querían causar molestia y que les gustaría estar cerca de la mula, que no hacía falta preparar nada, que dormirían en las cuadras, Barrunt, finalmente accedió, no sin mostrar cierto desdén.

Azariel, Morkainen y Pertyval fueron junto a Fergus a preparar los catres en las cuadras (aunque finalmente al ver vacía la armería, decidieron quedarse allí). Mientras Ar ayudaría a Sam con la cena (no se fiaban de Barrunt y Pertyval le dijo que estuviera atenta a que no intentaran envenenar comida o vino). Mientras Pertyval convenció a Fergus a hablar, diciendo que Kort perdona a los que se arrepienten y que él no debería cargar con las culpas de sus amos. Hecho un manojo de nervios y llorando, Fergus les pidió que se fueran si querían vivir, mejor enfrentarse al frío que a los espectros que habitaban en el torreón, -“Y todo es culpa del viejo Lord Acastos”- apostilló...

La cena estaba preparada e iba a ser tensa.

Bueno, hasta aquí nos dio tiempo a jugar, pronto más ;)
Un noble saludo.-